educaciondealtonivel - CLUB DECLAMADORES

Aquí Juan del Sol (Rodrigo Ortiz) interpretando en "RADIO EL SOL" el tema "La Baraja bendita" del Autor Guillermo Aguirre Fierro:
https://www.youtube.com/watch?v=4-MtkTHjSNQ

En este nuevo link el poema del Rvdo. Padre Ignacio Rueda, "Pensaba que eran juguetes" interpretado por Rodrigo Ortiz (Juan del Sol)
https://www.youtube.com/watch?v=ZwxNeBfejsc

Uno más, aquí el poema gaucho "Por qué no tomo más"
https://www.youtube.com/watch?v=Pnb0UvmMZQg

Aquí "Boletín y elegía de las mitas" del autor: César Dávila Andrada (Cuencano)
https://www.youtube.com/watch?v=6P6KpvaoIe8
"Poema al hijo"
https://www.youtube.com/watch?v=csIUffSGMjk
"El beso"
https://www.youtube.com/watch?v=AplmqV2__wk

POEMAS DECLAMABLES

BOLETÍN Y ELEGÍA DE LAS MITAS

De Cèsar Dávila Andrade, Cuencano.

Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña,

Andrés Chabla, Isidro Guamacela, Pablo Pumacuri,
Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor.
Nací y agonicé en Chorlaví, Chamanal, Tanlagua, Nieblí. 
Sí, mucho agonicé en Chisingue,
Naxiche, Gambayna, Poalé, Cotopilaló.
Sudor de sangre tuve en Caxají, Quinchirana,
en Cicapla, Licto y Conrogal.
Padecí todo el Cristo de mi raza en Tixán en Saucay,
en Molleturo, en Cojitambo, en Tovavela y Zhoray.
Añadí así más blancura y dolor a la cruz que trajeron mis verdugos.

A mí tam. A José Vacacelatam.
A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondortam.
En plaza Pomasqui y en rueda de otros natuales
nos trasquilaron hasta el frío la cabeza.
Oh, Pachacámac, Señor del Universo,
nunca sentimos más helada tu sonrisa,
y al páramo subimos desnudos de cabeza,
a coronarnos, llorando con tu Sol.

A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo,
en medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos,
le cortaron los testes.
Y, pateándole, a caminar delante
de nuestros ojos llenos de lágrimas.
Echaba, a golpes, chorros de ristre de sangre.
Cayó de bruces en la flor de su cuerpo.
Oh, Pachacámac, señor del Infinito,
Tú, que manchas el Sol entre los muertos.

Y vuestro Teniente y Justicia Mayor
José de Uribe: "Te ordeno". Y yo,
con los otros indios, llevámosle a todo pedir,
de casa en casa, para su paseo, en hamaca.
Mientras mujeres nuestras, con hijas, mitayas,
a barrer, a carmenar, a texer, a escardar;
a hilar, a lamer platos de barro -nuestra hechura,-
Y a yacer con Viracochas,
nuestras flores de dos muslos,
para traer al mestizo y verdugo venidero.

Ya sin paga, sin maíz, sin runa-mora,
ya sin hambre de puro no comer;
sólo calavera, llorando granizo viejo por mejillas,
llegué trayendo frutos de la yunga
a cuatro semanas de ayuno.
Recibiéronme: Mi hija partida en dos por Alférez Quintanilla,
Mujer, de conviviente de él. Dos hijos muertos a látigo.
Oh, Pachacámac, y yo, a la Vida
Así morí.

Y de tanto dolor, a siete cielos,
por sesenta soles, Oh, Pachacámac,
mujer pariendo mi hijo, le torcía los brazos.
Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo:
"Quiebra maqui de guagua; no quiero que sirva
que sirva de mitaya a Viracochas".
Quebré.

Y entre Curas, tam, unos pareciendo diablos, buitres, había.
Iguales. Peores que los otros de dos piernas.
Otros decían: "Hijo, Amor, Cristo".
Y ellos: "Contribución, mitayo a mis haciendas,
a tejer dentro de Iglesia, aceite para lámpara,
cera de monumentos, huevos de ceniza,
doctrina y ciegos doctrineros.
Vihuela, india para la cocina, hijas para la casa.
Así dijeron. Obedecí.

Y después: Sebastián, Manuel, Roque, Salva,
Miguel, Antonio, Mitayos, a hierba, leña, carbón,
paja, peces, piedras, maíz, mujeres, hijas. Todo servicio.
A runa-llama tam, que en tres meses
comistes dos mil corazones de ellas.
A mujer que tamcomistes
cerca de oreja de marido y de hijo,
noche a noche.
Brazos llevaron al mal.
Ojos al llanto.
Hombros al soplo de sus foetes,
Mejillas a lo duro de sus botas.
Corazón que estrujaron, pisando ante mitayo,
cuerpos de mamas, mujeres, hijas.

Sólo nosotros hemos sufrido
el mundo horrible de sus corazones.
En obraje de telas, sargas, capisayos, ponchos,
yo, el desnudo, hundido en calabozos, trabajé
año cuarenta días,
con apenas puñado de maíz para el pulso
que era más delgado que el hilo que tejía.
Encerrado desde la aurora hasta el otro claror,
sin comer tejí, tejí.
Hice la tela con que vestían cuerpos los Señores,
que dieron soledad de blancura a mi esqueleto.
Y Día Viernes Santo amanecí encerrado,
boca abajo, sobre telar,
con vómito de sangre entre los hilos y lanzadera.
Así, entinté con mi alma, llena de costado,
la tela de las que me desnudaron.
"Porque no hemos venido
a vivir en la tierra.
Sólo venimos a soñar.
Sólo venimos amar
aquí en la Tierra".

Y a un Cristo, adrede, tamtrujeron,
entre lanzas, banderas y caballos.
Y a su nombre, hiciéronme agradecer el hambre,
la sed, los azotes diarios, los servicios de Iglesia,
la muerte y la desraza de mi raza.
(Así avisa al mundo, Amigo de mi angustia.
Así, avisa. Di. Da diciendo. Dios te pague).

Y bajo ese mesmo Cristo,
negra nube de buitres de trapo vinieron. Tantos.
Cientos de casas hicieron en la Patria.
Miles de hijos. Robos de altar. Pillerías de cama.
Dejáronme en una línea de camino,
sin Sur, sin Norte, sin choza, sin...dejáronme!
Y, después, a batir barro, entraña de mi tierra;
hacer cal de caleras, a trabajar en batanes,
en templos, paredes, pinturas, torres, columnas, capitales.
Y, yo, a la interperie!
Y, después, en trapiches que tenían,
moliendo caña, me molieron las manos:
hermanos de trabajo bebieron mi sanguaza, 
miel y sangre y llanto.
Y ellos, tantos, en propias pulperías,
enseñáronme el triste cielo del alcohol!
y la desesperanza
Gracias!

¡Oh, Pachacámac, Señor del Universo!
Tú que no eres hembra ni varón.
Tú que eres Todo y eres Nada,
Óyeme, escúchame.
Como el venado herido por la sed
te busco y sólo a Ti de adoro.
Y tam, si supieras, Amigo de mi angustia,
cómo foeteaban cada día, sin falta.
"Capisayo al suelo, Calzoncillos al suelo,
tú, bocabajo, mitayo. Cuenta cada latigazo".
Yo, iba contando: 2, 5, 9, 30, 40, 70.
Así aprendía a contar en tu castellano,
con mi dolor y mis llagas.
Enseguida, levantándome, chorreando sangre,
tenía que besar látigo y mano de verdugos.
"Dioselopagui, Amito", así decía de terror y gratitud.

Un día en santa Iglesia de Tuntaqui,
el viejo doctrinero, mostróme cuerpo en cruz
de Amo Jesucristo;
único Viracoha, sin ropa, sin espuelas, sin acial.
Todito Él era una sola llaga salpicada.
No había lugar ya ni para un diente de hierba
entre herida y herida.
En Él, cebáronse primero; luego fue en mí.
De qué me quejo, entonces? No. Sólo te cuento.
Me despeñaron. Con punzón de fierro,
me punzaron todo el cuerpo.
Me trasquilaron. Hijo de ayuno y de destierro fui.
Con yescas de manguey encendidas, me pringaron.
Después de los azotes, y aún en el suelo,
ellos entregolpeaban sobre mí, dos tizones de candela
y me cubrían con una lluvia de chispas puntiagudas,
que hacía chirriar la sangre de mis úlceras.
Así.

Entre lavadoras de platos, barrenderas, hierbateras,
a una, llamada Dulita, cayósele una escudilla de barro,
y cayósele, ay, a cien pedazos.
Y vino el mestizo Juan Ruíz de tanto odio para nosotros
por retorcido de sangre.
A la cocina llevóle pateándole nalgas, y ella, sin llorar,
ni una lágrima. Pero dijo una palabra suya y nuestra: Carajú
Y él, muy cobarde, puso en fogón una cáscara de huevo
que casi se hace blanca brasa y que apretó contra los labios.
Se abrieron en fruta de sangre: amaneció maleza.
No comió cinco días, y yo, y Joaquín Toapanta de Tubabiro,
muerta la hallamos en la acequia de los excrementos.
Y cuando en hato, allá en alturas,
moría ya de buitres o de la pura vida,
sea una vaca, una ternera o una oveja;
yo debía arrastrarle por leguas de hierbas y lodo,
hasta patio de hacienda
a mostrar el cadáver.
Y tú, señor Viracocha,
me obligaste a comprar esa carne engusanada ya.
Y como ni esos gusanos juntos
pudo pagar de golpe,
me obligaste a trabajar otro año más;
hasta que yo mismo descendí al gusano
que devora a los amos y al Mitayo!

A Tomás Quitumbe, del propio Quito, que se fue huyendo

de terror, por esas lomas de sigses de plata y pluma,
le persiguieron; un alférez iba a la cabeza.
Y él, corre, corre gimiendo como venado.
Pero cayó, rajados ya los pies de muchos pedernales,
Cazáronle. Amarráronle el pelo a la cola de un potro alazán,
y con él, al obraje de Chillos,
a través de zanjas, piedras, zarzales, lodo endurecido.
Llegando al patio rellenáronle heridas con ají y con sal,
así los lomos, hombros, trasero, brazos, muslos.
El, gemía revolcándose de dolor: "Amo Viracocha, Amo Viracocha".
Nadie le oyó morir.

Y a mama Susana Pumancay, de Panzaleo;
su choza entre retamas de mil mariposas ya de aleteo;
porque su marido Juan Pilataxi desapareció de bulto,
le llevaron, preñada, a todo paso, a la hacienda;
y, al cuarto de los cepos en donde le enceparon la derecha,
dejándole la izquierda sobre el palo.
Y ella, a medianoche, parió su guagua
entre agua y sangre.
Y él dio de cabeza contra la madera, de que murió
Leche de plata hubiera mamado un día, Carajú!

Minero fui, por dos años, ocho meses.
Nada de comer. Nada de amar. Nunca vida.
La bocamina fue mi cielo y mi tumba.
Yo, que usé el oro para las fiestas de mi Emperador,
supe padecer con su luz,
por la codicia y la crueldad de otros.
Dormimos miles de mitayos,
a pura mosca, látigo, fiebres, en galpones,
custodiados con un amo que sólo daba muerte.
Pero, después de dos años, ocho meses, salí,
salimos seiscientos mitayos,
de veinte mil que entramos.
Pero, salí. ¡Oh, sol reventado por mi madre!
Te miré en mis ojos de cautivo.
Lloré agua de sol en punta de pestañas.
Y te miré, Oh Pachacámac, muerto
en los brazos que ahora hacen esquina
de madera y de clavos a otro Dios.
Pero salí. No reconocía ya mi Patria.
Desde la negrura volví hacia el azul
Quitumbe de alma y sol, lloré de alegría.

Volvíamos. Nunca he vuelto solo.
Entre cuevas de cumbre, ya en goteras de Cuenca,
de Pedro Axitimbay, mi hermano.
Vile mucho. Mucho vile, y le encontré el pecho.
Era un hueso plano. Era un espejo. Me incliné.
Me miré, pestañeando. Y me reconocí. ¡Yo era él mismo!
Y dije:
¡Oh Pachacámac, Señor del Universo!
Oh Chambo, Mulaló, Sibambe, Tomebamba;
Guangara de don Nuño Valderrama.
Adiós. Apachacámac, Adios. Rinimi, ¡no te olvido!
A ti, Rodrigo Núñez de Bonilla.
Pero Martín Montanero, Alonso de Bastidas,
Sancho de la Carrera, hijo. Diego Sandoval.
Mi odio. Mi justicia.
A ti, Rodrigo Darcos, dueño de tantas minas,
de tantas vidas de curicamayos.
Tus lavaderos del Río Santa Bárbara.
Minas de Ama Virgen del Rosario en Cañaribamba.
Minas del gran cerro de Malal, junto al río helado.
Minas de Zaruma; minas de Catacocha. ¡Minas!
Gran buscador de riquezas, diablo del oro.
¡Chupador de sangre y lágrimas del Indio!
Qué cientos de noches cuidé tus acequias, por leguas
para moler tu oro,
en tu mortero de ocho martillos y tres fuelles.
Oro para ti. Oro para tus mujeres. Oro para tus reyes.
Oro para mi muerte. ¡Oro!

Pero un día volví. ¡Y ahora vuelvo!
Ahora soy Santiago Agag Roque Buestende,
Mateo Camaguara, Esteban Chuquitayupe, pablo Duchinachay,
Gregorio Guartatana, Francisco Nati-Cañar, Bartolomé Dumbay.
Y ahora, toda esta Tierra es mía.
Desde Llangagua hasta Burgay;
Desde Irubí hasta el Buerán;
desde Guaslán, hasta Punsara, pasando por Biblián.
Y es mía para adentro, como mujer en la noche.
Y es mía para arriba, hasta más allá del gavilán.
Vuelvo, álzome!
Levántome después del Tercer Siglo, de entre los Muertos!
Con los muertos, vengo!
La Tumba India se retuerce con todas sus caderas
sus mamas y sus vientres.
La Gran Tumba se enarca y se levanta
después del Tercer Siglo, dentre las lomas y los páramos,
las cumbres, los yungas, los abismos
las minas los azufres, las campaguas.
Regresó desde los cerros, donde moríamos
a la luz del frío.
Desde los ríos, donde moríamos en cuadrillas.
Desde las minas, donde moríamos en rosarios.
Desde la Muerte, donde moríamos en grano.
Regreso
¡Regresamos! ¡Pachacámac!
¡Yo soy Juan Atampam! ¡Yo, tam!
¡Yo soy Marcos Guamán! ¡Yo, tam!
¡Yo soy Roque Jadán! ¡Yo tam!
¡Comaguara, soy. Gualanlema, Quilaquilago, Caxicondor, Pumacuri, Tomayco, Chupuitaype, Guartatana, Duchinachay, Dumbay, soy!
¡Somos! ¡Seremos! ¡Soy!


Pensaba que eran juguetes

Autor: Padre Ignacio Rueda


Pensaba que eran juguetes

Y cuanta envidia me daba

Cada dia por delante mismito de mi ventana

Iban pasando unas cajas

Una, dos, tres, cuatro, cinco

Que llevaban? No sé

Juguetitos, autos, cometas, pelotas

trenes eléctricos, yoyos, batmans

cuanta envidia me daba

 

 

Una vez me eché a la calle y fui siguiendo a distancia

no se cuanto caminamos por las calles

y cuantas pesonas mire a nuestro paso

por que, por que se santiguaban

vi a  una madrecita joven que abrazaba a su hijito

como si quisiera meterlo otra vez a sus entrañas

y por qué los hombres ponían caras extrañas

y al fin llegamos

mil cruces solitas se santiguaban

contra el crepúsculo tibio de una tarde azul y malva

y una comenta de cerdas se me prendía en el alma

y dos caballitos verdes cabalgaban mi esperanza

 

Abrieron la caja

Un niño

Todo de cera la cara

Desnudo

Muertito sin alma

 

Pensaba que eran juguetes,

Y cuanto me equivocaba

Señor Jesús por qué mueren tantos niños

Por qué tantas cajas blancas

Por qué los traen al mundo sus papás

Por qué, por qué, por qué

 

Mañana, cuando acaso muera yo

Niño, también

No quiero que me encierren

a la vista de los hombres en una caja

quiero que me lleven todo desnudo

sin nada

Así acusaré a los hombres del pecado de sus ansias

Saben llevar sobre hombros

Muertos sus hijos en cajas blancas

Pero no saben llevarlos en vida con elegancia

 

Yo quiero cuando muera

Que no me encierren a la vista de los hombres

En una caja

Quiero que me lleven todo desnudo

Sin nada

Que muerto quiero gritar sin flores ni cajas blancas

Que no es un niño un juguete para jugar a matanzas

 

Pensaba que eran juguetes

Cuanto me equivocaba

 

 El Gran Insulto

De  El Indio Rómulo

Haber, haber, cuénteme las cosas,

¿Como sucedieron José Pantalion?

Mire, acate y perciba señor ispector:

Yo pasaba queto cuando él me llamo.

Y sin más ni menos, y sin ton ni son,

Comenzó a decirme ala so bolsón.

¡Y se va estapando contra yo Diosito del cielo!

¡Me escupió la cara me piso el sombrero!

Me dijo una cosa: quesque homosensual.

Y otro poco de cosas en un santiamén

Ah! Me cogió la ruana y me sacudió…

Claro que en seguidamente volvió y me soltó.

Yo que no tenía ganas de peliar,

Saque mi tabaco y me puse a jumar.

Entonces hablo malamente de mi santo padre,

Y sin mas repliegues me mento la madre.

Y me dijo que mi hermano pacho

Quesque era raponero,

Y que por las noches apartamentero.

Me trato maluco, pero muy maluco señor ispetor.

Y volvió a decirme: indio homosensual

Hay cogió resuello, paso saliva y guelve a entucar, sumerce,

Quesque yo era un manilavao,

Que tenía la cara de papa guanosa

Que me la llevaba puai de maquetas

Que no servia ni pa un tiro de escopeta.

Yo sin contestarle ni una pisca, así,

Me saque el tabaco pa’ pode escupir.

Claro que no sé en que jechas había sido reo,

Y que la aguela mía, la mamá de mi mamá,

Quesque era concubina de la policía,

Y que una limosnera que andaba puaí

Pidiendo sobraos pa´poder vivir.

Yo torcí la geta y golví y lo ví

Me saque el tabaco pa’ poder escupir

Ah! Me dijo adultero publico,

Enviciado, chusmero, perjuro, inorante,

Abominable, gañan del clero, delincuente, peculado,

Tres veces mareado, ladrón, sacrilego, mendaz, polìtico!

Me mento la madre como treinta veces.

Y también me dijo otro palabrón

Que no se lo digo por respeto a Dios.

Y pu’ el puro pecho me dio un empujón.

Cuando yo vi estas cosas yo me quise ir,

Me saque el tabaco pa’ pode escupir

Li aguante de todo con resinación

Me cogió del cuello y me dijo ¡Güevon!

Y me dijo, y me dijo, y me dijo señor ispetor…

Pero cuando por desgracia me dijo ¡individuo!

¡Hay, hay, hay jue cuando todo se me oscureció!

Se junto la tierra con el jirmamento

Y saco la mano y se la recuesto

Ponde la mamá le puso el pesón.

¡Y no se lo niego señor ispetor!

Que onde guelva a decirme: ¡individuo!

¡Guelvo y lo rejriego y le sigo dando

Porque tengo ganas de contramatarlo!

Y si un día de estos lo topo puai

Y individuo me guelve a decir,

Aquí se lo treigo calladita la geta

Y entre cuatro velas paque aprienda

Qui a yo no se insulta de esa manera

Y quede el cielo y mi Diosito lindo

Que naiden le diga ni equivocadamente

¡Individuo, señor ispetor!

El duelo del mayoral
[Poema: Texto completo]

Anónimo

¿Que cómo fue, señora...?
Como son las cosas cuando son del alma.
Ella era linda y él era muy hombre,
y yo la quería y ella me adoraba;
pero él, hecho sombra, se me interponía
y todas las noches junto a la ventana
fragantes manojos de rosas había
y rojos claveles y dalias de nácar.
Y cuando las sombras cubrían las cosas
y en el ancho cielo la luna brillaba,
de entre las palmeras brotaba su canto
y como una flecha a su casa llegaba.
¡Cómo la quería! Cómo le cantaba sus ansias de amores
y cómo vibraba con él su guitarra.
Y yo tras las palmas con rabia le oía
y entre canto y canto colgaba una lágrima.
Lágrima de hombre, no crea otra cosa,
que los hombres lloran como las mujeres
porque tienen débil, como ellas, el alma.
No puedo evitarlo, la envidia es muy negra
y la pena de amor es muy mala, 
y cuando la sangre se enrabia en las venas
no hay quien pueda, señora, calmarla...
Y una noche, lo que hacen los celos,
lo esperé allá abajo, junto a la cañada; 
retumbaba el trueno, llovía, y el río
igual que mis venas hinchado bajaba.
Al fin a lo lejos lo vi entre las sombras,
venía cantando su loca esperanza,
en el cinto colgaba el machete,
bajo el brazo la alegre guitarra.
Llegó hasta mi lado, tranquilo, sereno,
me clavó con los ojos su fría mirada;
me dijo: -¡Me espera?... Le dije: -¡Te espero!
y no hablamos más, ni media palabra.
Que era bravo el hombre, cual los hombres machos,
y los hombres machos pelean, no hablan.

¡Cómo la quería...! El machete dijo
su amor y sus ansias, roncaba su pecho,
brillaban sus ojos, y entre golpe y golpe ponía su alma.
No fue lucha de hombres, fue lucha de toros,
eso bien lo sabe la vieja cañada,
pero más que el amor y el ensueño
pudieron la envidia y la rabia,
y al fin mi machete lo dejó tendido
sobre su guitarra...
No tema, señora, con cosas pasadas...
Todavía en el suelo me dijo llorando:
-¡Quiérela... que es buena...!
Quiérela... como yo la he querido
¡Quiérela... que es santa...
que aunque muero...
la llevo metida en el alma!
Y tuve celos, señora, del que así me hablaba
y tuve celos de aquel que moría
y aun muriendo la amaba...
Y la sangre cegó mis pupilas
y el machete en la mano temblome con rabia
y lo hundí en su pecho con odio y con furia
y rasgué su carne buscándole el alma...
Porque en el alma se llevaba mi hembra...
y yo no quería que se la llevara.

 Nocturno a Rosario

De Manuel Acuña

I

¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
 
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
 
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
 
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tu que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta alla a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
 
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.

IX

¡Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

 

 

 

REÍR LLORANDO

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

 

 

Mary Monterrosa
8/08/09 at 7:58 pm

Realmente es lamentable que ya no tengamos ese sentimiento del Poema. esos actores que dejaron su legado para expresar los sentimeintos a traves del verso, ya borrados por los anos, ese decir Reir Llorando. que ya somos tan duros que ya ni lloramos, en el dolor de la vida, quiza una vida que empieza y que ya no existe el sentimeinto. Como quiero expresar que siento que ya la vida ya no es una poesia, es solo la vanidad,y los intereces economicos, socales politicos,y dejamos la expresion del alma que muera atraves de la tecnologia y la supercion humana, dejando atras lo que fue y lo que nunca sera jamas, Mi vida es una poesia donde puedo plasmar el amor sublime que entre nosotros los humanos debe de existir.

 

 

EL BRINDIS DEL BOHEMIO

En torno de una mesa de cantina, 
una noche de invierno, 
regocijadamente departían 
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban 
y de aquel barrio quieto 
iban a interrumpir el imponente 
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos 
en espirales se elevaba al cielo, 
simbolizando al resolverse en nada, 
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas, 
inspiración en todos los cerebros, 
y, repartidas en la mesa, copas 
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto, 
aquel grupo bohemio, 
del que brotaba la palabra chusca, 
la que vierte veneno, 
lo mismo que, melosa y delicada, 
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas 
hallábanse más lejos del grupo, 
y nueva inspiración llegaba 
a todos los cerebros, 
con el idilio roto que venía 
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche, 
aquel grupo bohemio 
celebraba entre risas, libaciones, 
chascarrillos y versos, 
la agonía de un año que amarguras 
dejó en todos los pechos, 
y la llegada, consecuencia lógica, 
del “Feliz Año Nuevo”...

Una voz varonil dijo de pronto: 
—Las doce, compañeros; 
Digamos el “requiéscat” por el año 
que ha pasado a formar entre los muertos. 
¡Brindemos por el año que comienza! 
Porque nos traiga ensueños; 
porque no sea su equipaje un cúmulo 
de amargos desconsuelos...

—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza 
que a la vida nos lanza, 
de vencer los rigores del destino, 
por la esperanza, nuestra dulce amiga, 
que las penas mitiga 
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia 
puesto fin con violencia 
esgrimiendo en mi frente mi venganza; 
si en mi cielo de tul limpio y divino 
no alumbrara mi sino 
una pálida estrella: Mi esperanza.

—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado 
esta noche has estado 
y hablaste bueno, breve y sustancioso. 
El turno es de Raúl; alce su copa 
Y brinde por... Europa, 
Ya que su extranjerismo es delicioso...

—Bebo y brindo, clamó el interpelado; 
brindo por mi pasado, 
que fue de luz, de amor y de alegría, 
y en el que hubo mujeres seductoras 
y frentes soñadoras 
que se juntaron con la frente mía...

Brindo por el ayer que en la amargura 
que hoy cubre de negrura 
mi corazón, esparce sus consuelos 
trayendo hasta mi mente las dulzuras 
de goces, de ternuras, 
de dichas, de deliquios, de desvelos.

—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente 
brote un torrente 
de inspiración divina y seductora, 
porque vibre en las cuerdas de mi lira 
el verso que suspira, 
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas 
Lleguen hasta las grietas 
Formadas de metal y de granito 
Del corazón de la mujer ingrata 
Que a desdenes me mata... 
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto, 
porque enjuguen mi llanto 
sus manos que me causan embelesos; 
porque con creces mi pasión me pague... 
¡vamos!, porque me embriague 
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas, 
de aquellas tan humanas 
que hallan en todas partes acomodo, 
y en cada frase de entusiasmo ardiente, 
hubo ovación creciente, 
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores, 
por los castos amores 
que hacen un valladar de una ventana, 
y por esas pasiones voluptuosas 
que el fango del placer llena de rosas 
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo. 
El del bohemio puro, 
De noble corazón y gran cabeza; 
Aquél que sin ambages declaraba 
Que solo ambicionaba 
Robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado, alzó la copa 
Frente a la alegre tropa 
Desbordante de risas y de contento; 
Los inundó en la luz de una mirada, 
Sacudió su melena alborotada 
Y dijo así, con inspirado acento:

—Brindo por la mujer, mas no por ésa 
en la que halláis consuelo en la tristeza, 
rescoldo del placer ¡desventurados!; 
no por esa que os brinda sus hechizos 
cuando besáis sus rizos 
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros, 
siento por esta vez no complaceros. 
Brindo por la mujer, pero por una, 
por la que me brindó sus embelesos 
y me envolvió en sus besos: 
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño 
lo que vale el cariño 
exquisito, profundo y verdadero; 
por la mujer que me arrulló en sus brazos 
y que me dio en pedazos, 
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana 
que piensa en el mañana 
como en algo muy dulce y muy deseado, 
porque sueña tal vez, que mi destino 
me señala el camino 
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida, 
por la que con su sangre me dio vida, 
y ternura y cariño; 
por la que fue la luz del alma mía, 
y lloró de alegría, 
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore, 
que en lágrimas desflore 
esta pena letal que me asesina; 
dejad que brinde por mi madre ausente, 
por la que llora y siente 
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora 
y que del cielo implora 
que vuelva yo muy pronto a estar con ella; 
por mi Madre, bohemios, que es dulzura 
vertida en mi amargura 
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento 
profanó el sentimiento 
nacido del dolor y la ternura, 
y pareció que sobre aquel ambiente 
flotaba inmensamente 
un poema de amor y de amargura.

Guillermo Aguirre y Fierro

 

 

 

EL AMANTE

Sandro

Tengo que decirte adios
En silencio y sin nombrarte
Pues yo no puedo arrastrarte
A pagar tan duro precio

Sabemos que fuimos necios
Que todo fue una locura
Que no pocas amarguras
Ya llevamos compartidas

Que si lo dicto la vida
Que si fue nuestro destino
Solamente es el camino
De aquel que siempre camina

Se que tu amor he quitado
A un hombre que es tu marido
Y hasta hoy he compartido
Lo que tu me has regalado

Mas todo cuanto he llorado
En tus ausencias en mis noches
No son causas de mil reproches
Por que sabes que te quiero

Que lo abandones no quiero
Que ello es causa perdida
No causemos mas heridas
Que ya bastantes tenemos

Pues si de hoy en adelante
Te llevase a vivir conmigo
Seria peor el castigo
Que la gente nos depare

Pues mujer que se separe
Del legitimo marido
Por otro que haya elegido
Para darle sus amores

Es causa de mil rumores
De calumnias humillantes
Aunque siempre por delante
Te trataran de señora
Te recibiran sonriente
Te preguntaran tus cosas

Pero sus lenguas curiosas
No preguntaran por mi
Pues cuando hablen de mi
Aquellos que te conocen

Habran de bajar las voces
Para que tu no te enteres
Sobre todo las mujeres
Dando a su voz forma oscura
Y envidiando tu locura
Lo gritaran en silencio

Diran que fuimos dos necios
Absurdos , crueles , malvados
Y que tu este paso lo has dado
Porque te tengo hechizada

Pero veras ello no es nada
Por que delante de ti
Nunca te hablaran de mi
Ya que no podran nombrarme

Tan solo podran llamarme
Por un nombre que te daña
Palabra que lleva saña
Si se dice por lo bajo

Y que sera como si un tajo
Te causaran al oirlo
Y que de tanto repetirlo
Lo diran familiarmente

Nunca oiras que la gente
Diga que yo soy tu esposo
Y ello para mi es hermoso
Pero nunca lo diran

Es mas no me nombraran
Mi nombre lo habre perdido
No diran es su marido
Diran de mi: ¡es su amante!

Por ello voy a dejarte
Manchar tu vida no quiero
Sin ti ya se que me muero
Pero ello es culpa mia

Tal vez quizas algun dia
Y en forma muy confidente
A alguna amiga le cuentes
Que tuviste un amante

Mas esto aqui finaliza
Un boton basta de muestra...
Los demas a la camisa!

 

Desiderata. desiderata. desiderata       De Jorge Lavat
Camina plácido entre el ruido y la prisa...
...y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio.
En cuanto sea posible y sin rendirte, manten buenas relaciones con todas las personas.
enuncia tu verdad de una manera serena y clara
escucha a los demás, incluso al torpe o el ignorante: también ellos tienen su historia.
evita las personas ruidosas y agresivas, ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás, te volveras vano y amargado, porque siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú.
You are a child of the universe. 
no less than the trees and the stars, you have a right to be here. 
and whether or not it is clear to you, 
no doubt the universe is unfolding as it should. 
Disfruta de tus exitos, lo mismo que de tus planes
mantén el interés en tu propia carrera por humilde que sea: ella es una verdadero tesoro en el fortuito cambiar de los tiempos...
sé cauto en tus negocios, porque el mundo está lleno de engaños...
... mas no dejes que esto te vuelva ciego para la virtud que existe.
hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales, la vida está llena de heroísmo.
Sé sincero contigo mismo. en especial no finjas el afecto y no seas cinico en el amor..
...pues en medio de todas las arideces y desengaños es perenne como la hierba.
acata dosilmente el consejo de los años, abandonando con donaire las cosas de la juventud
Cultiva la firmeza del espiritu, para que te proteja en las adversidades repentinas
muchos temores nacen de la fatiga y la soledad
Sobre una sana disciplina, sé benigno contigo mismo.
You are a child of the universe. 
no less than the trees and the stars, you have a right to be here. 
and whether or not it is clear to you, 
no doubt the universe is unfolding as it should. 
Tú eres una criatura del universo, no menos que las plantas y las estrellas, tienes derecho a existir.
y sea que te resulte claro o no, indudablemente el universo marcha como debiera.
Por eso debes estar en paz con dios, cualquiera que sea tu idea de él, y sean cualesquieras tus trabajos y aspiraciones.
Conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida.
Aun con todas su farsa, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso.
Se cáuto.
Esfuerzate por ser feliz
You are a child of the universe. 
no less than the trees and the stars, you have a right to be here. 
and whether or not it is clear to you, 
no doubt the universe is unfolding as it should.

 

LA BARAJA BENDITA

De Leopoldo Gonzalez

LLEVARON A UN PRISIONERO ANTES EL JEFE DEL PENAL 
QUE DE INSANO SACRILEGIO LO DELATO UN OFICIAL


"SE LE ACUSA" DICE EL JEFE,QUE EN LA IGLESIA AYER 
TEMPRANO UN GUARDIA LO SORPRENDIO CON UNA 
BARAJA EN LA MANO


Y EL LUGAR EN LA IGLESIA,LUGAR Q ES SANTO Y 
SAGRADO,ES UN GRAN SACRILEGIO QUE DEBE SER 
CASTIGADO


ANTES DE SER SENTENCIADO
Q ALEGA USTED A SU DEFENSA


PARA ASI JUSTIFICAR TAN GRANDE YY HORRIBLE 
OFENSA


MUY PRONTO LA VOZ DEL PRESO COMENZO A 
DECLARAR


"EN LOS DIAS QUE LLEVO EN ESTE PENAL.NO HE 
RECIBIDO VICISTAS NI CORRESPONDENCIA ALGUNA
SIN AMIGOS,SIN FAMILIA,SIN RECURSOS,SIN UNA VOZ 
PIADOSA QUE.....
QUE CLAMARA LA AVIDEZ DE MI LARGO CAUTIVERIO


SOLO ANSIABA UNA BIBLIA,UNA BIBLIA PERO COSTABA 
DINERO QUE YO NO TENIA.MIS COMPAÑEROS TENIAN 
EN CAMBIO UNAS BARAJAS,CON LAS CUALES DE LA 
PILABAN EN POCO DINERO QUE RECIBIAN DE SUS 
FAMILIARES


UN DIA CAYO EN MIS MANOS UNA BARAJA QUE ME 
REGALO UN RECLUSO QUE FUE ENVIADO AL 
HOSPITAL.DESDE ENTONCES SE POSESIONO DE MI EL 
PENSAMIENTO DE HACER CADA CARTA DE AQUELLA 
BARAJA UN PAAJE DE LA BIBLIA Y CONVERTIE LA 
BARAJA MALEVOLA Y VICIOSA EN RUTA SALVADORA 
QUE CON DUJER MI ALMA POR EL CAMINO DEL BIEN.


AL SORPRENDER ME AYER EL GUARDIA CON MI BARAJA 
EXTENDIDA EN EL PISO DE LA IGLESIA Y 
ARRODILLADO,JAMAS PUDO CONCEBIR MI PROPOSITO


EL VEIA EN LA BARAJA EL VICIO Y EL PECADO Y LA 
CORRUPCION Y YO VEIA LO SIGUIENTE.


A:UN SOLO DIOS VERDADERO


2:LA SANTA BIBLIA SE DIVIDE EN DOS EL NUEVO 
TESTAMENTO Y EL ANTIGUO TESTAMENTO


3:LA PERFECTA TRINIDAD:EL PADRE EL HIJO Y EL 
ESPIRITU SANTO


4:MAS RECUERDA LOS EVANGELISTAS 
MATE,MARCOS,LUCAS,Y JUAN


5:LAS CINCO VIRGENES PRUDENTES,QUE LLEVARON SUS 
LAMPARAS CONSIGO SUFICIENTE ACEITE Y LAS CINCO 
FATUAS Q SE DURMIERON POR NO TENER SUFICIENTE


6:LOS DIAS Q TARDO EL SEÑOR EN SU ARDUAFAENA DE 
HACER LOS CIELOS Y LA TIERRA


7:EL DIA SANTIFICO Y GUARDO COMO REPOSO DE TODO 
SU TRABAJO


8:ME HABLA DE LAS PERSONAS Q SE SALVARON EN EL 
ARCA DE NOE Q DUERON NOE,SU ESPOSA,SUS TRES HIJO 
Y SUS RESPECTIVAS ESPOSAS


9:EL PASAJE DE LOS NUEVE LEPROSOS QUE AUNQUE DIEZ
FUERON LIMPIOS SOLAMENTE UNO VINO DARLE LAS 
GRACIAS AL DIVINO MAESTRO


10:LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS,QUE 
SON DIEZ PERO CRISTO EL SALVADOR LOS REDUJO A 
DOS:AMARAS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y A TU 
PROJIMO COMO A TI MISMO


J:EL ARCH ANGEL MIGUEL CON SU ESPADA EN LA MANO 
VICTORIOSO EN CONTRA DEL MAL


Q:SIMBOLO DE LUCIFER LOS DIFERSOS ASPECTOS DEL 
ML LA TENTADORA SERPIENTE ALLA EN EL JARDIN DE 
EDEN


K: ME RECUERDA QUE SOLO EXISTE UNO EL "LEON"DE 
LA TRIBU DE JUDA EL MESIAS PROMETIDO ALLA EN LOS 
CIELOS CRISTO JESUS EL SALVADOR DEL MUNDO REY 
QUE REINA PARA SIEMPRE VIVE


LA 52 CARTAS:COMO LAS 52 SEMANAS DEL AÑO
LOS PUNTOS DE LA BARAJA SUMAN 365:COMO LOS 365 
DIAS TIENE EL AÑO


LAS CUATROS CLASIFICACIONES DE LA BARAJA SON 


ORO,COPAS,ESPADAS Y BASTOS


ME RECUERDAN LAS CUATRO ESTACIONES DEL AÑO
PRIMAVERA,VERANO,OTOÑO Y INVIERNO


LAS 12 FIGURAS DE LAS BARAJA


ME RECUERDAN LOS 12 MESES DEL AÑO
COMO VERA USTED,EN CADA CARTA DE LA BARAJA UN 
PASAJE DE LA BIBLIA LLEVA ESCRITO Y POR ESO LA 
CONSIDERO COMO BARAJA BENDITA


Y CON ESTO DIJO EL PRESO 


TERMINO MI CONFESION CONDENEME SI LO DICTO 
VUESTRO JUSTO CORAZON


EL JEFE VISIBLEMENTE DE LA HISTORIA MENVIONADO 
EXCLAMA CON NOBLE IMPULSO
!HIJO MIO PERDONADO

 

! El Beso: El Indio Duarte

Que es el beso, pregunta el mundo??
Que es el beso, preguntan todos ??
y yo respondo:

El beso es para mi comunion de labios
que olvidanto los agravios, la maldad y la traicion,
arrancan del corazon, con fuerza avasalladora
todo el amor que atesoran, pues si el amor es siego,
de su marca de fuego en la mujer que se adora.

Besa el bueno, besa el malo, besa el rico, besa el pobre,
besa el niño, y hasta el viejo besa
y hay quien besa por sorpresa para vertir su veneno.

Besa de coraje lleno la cruz de su fajon,
el molevo compadron, que vive entre celo y duda,
lo mismo que beso Judas incubando una traicion.

Besa la mujer perdida, al hombre que la ha salvao,
tambien besa el sentenciado la cruz al perder la vida,
y si una dama al pasar, a un bendigo arroja una moneda
sin el beso no se queda la moneda que arrojo.

Se da un beso a la bandera que a la patria simboliza
y ese beso sintetiza la mas ardiente quimera.

Yo juzgo el beso a mi manera,
y que a nadie mal le cuadre,
que para mi, no hay un beso,
no hay un beso que mas el alma taladre,
ni que cause mas ardor, que el que se da con un dolor
al cadaver de una madre.....

 

 

El Cristo de la Quebrada

¡Señor! ¡Señor de la Quebrada! ¡Santo Padre!
Por Tu poder bendito te lo pide una madre
que está viendo morir a su hijito
y te promete, Señor, te promete pa' que le des la vida
hacer estas tres leguas de rodillas
llevando hasta Tu imagen mi hijito.

¿Se movió? No... ¡Sí, se movió!
¡Me mira! ¡Nos mira! ¡Se cumplió el milagro!
¡Gracias, gracias Señor Jesucristo!
¡Ruperto! ¡Ruperto, vení!
Íncate como yo y rézale al Señor de la Quebrada:

Yo soy un rudo paisano;
Yo soy un rudo hombre de campo
que a fuerza de mirar siempre pa'bajo
no cree en mas poder que el de sus brazos.
Pero, si me haces el milagro;
Señor, si me haces el milagro
de curármelo a mi hijito
yo te ofrezco, a mi vez, la manadita
de mis veinte cabras blancas
i mi vaca i mi mula
i pa' vos tengo también mi mano zurda
si es que mi pobre fortuna no te es basta.

La leyenda cuenta que el niño curó
mas la serrana murió después de las tres leguas de rodillas.
I por los altiplanos de la tumba
vaga el rebaño de las veinte cabras blancas.
I, como rara flor de la montaña
extraña entre las piedras i las zarzas,
los cinco dedos de una mano zurda
quedaron junto al Dios de la Quebrada.

A. Sevilla Sinclair

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Poema Verdades Amargas de Ramón Ortega

Yo no quiero mirar lo que he mirado
a travéz del cristal de la experiencia,
el mundo es un mercado en que se compra
amor, voluntad y conciencia.

Amigos…es mentira…no hay amigos,
la verdadera amistad es ilusión,
ella cambia, se aleja y desaparece,
con los giros que da la situación.

Amigos complacientes sólo tienen
los que disfutan de ventura y calma,
pero aquellos que abate el infortunio,
sólo llevan tristezas en el alma.

En éste laberinto de la vida,
donde tanto domina la maldad,
todo tiene su precio estipulado,
amores, parentesco, y amistad.

El que nada atesora, nada vale,
en toda reunión pasa por necio;
y por nobles que sus hechos sean,
lo que alcanza es la burla y el desprecio.

Lo que brille nomás tiene cabida,
aunque brille por oro lo que es cobre,
lo que no perdonamos en la vida
es el cruel delito de haber nacido pobre.

La estupidez, el vicio y hasta el crimen
pueden tener su puesto señalado,
las llagas del defecto no se miran
si las cubre un diamante bien tallado.

La sociedad que adora su deshonra,
persigue con sáña al criminal,
más, si el puñal es de oro,
enmudece el juez…y besa el puñal.

Nada hermano es perfecto, nada afable,
todo está con lo impuro entremezclado,
el mismo corazón con ser tan noble,
cuántas veces se encuentra enmascarado.

Que existe la virtud…yo no lo niego
pero siempre en conjunto defectuoso,
hay rasgos de virtud en el malvado
y hay rasgos de maldad en el virtuoso.

Cuándo veo a mi paso tanta infamia
y que mancha mi planta tanto lodo,
ganas me dan de maldecir la vida,
ganas me dan de maldecirlo todo.

Porque ceñido a la verdad estoy,
me dieron a libar hiel y veneno,
hiel y veneno en recompensa doy.

Y si tengo la palabra tosca,
en estas lineas oscuras y sin nombres
doblando las rodillas en el polvo,
pido perdón a Dios, pero no al hombre.

 

LOS MOTIVOS DEL LOBO

De Rubén Darío

El varón que tiene corazón de lis, 
alma de querube, lengua celestial, 
el mínimo y dulce Francisco de Asís, 
está con un rudo y torvo animal, 
bestia temerosa, de sangre y de robo, 
las fauces de furia, los ojos de mal: 
el lobo de Gubbia, el terrible lobo, 
rabioso, ha asolado los alrededores; 
cruel ha deshecho todos los rebaños; 
devoró corderos, devoró pastores, 
y son incontables sus muertes y daños. 

Fuertes cazadores armados de hierros 
fueron destrozados. Los duros colmillos 
dieron cuenta de los más bravos perros, 
como de cabritos y de corderillos. 

Francisco salió: 
al lobo buscó 
en su madriguera. 
Cerca de la cueva encontró a la fiera 
enorme, que al verle se lanzó feroz 
contra él. Francisco, con su dulce voz, 
alzando la mano, 
al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano 
lobo! El animal 
contempló al varón de tosco sayal; 
dejó su aire arisco, 
cerró las abiertas fauces agresivas, 
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco! 
¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas 
de horror y de muerte? 
¿La sangre que vierte 
tu hocico diabólico, el duelo y espanto 
que esparces, el llanto 
de los campesinos, el grito, el dolor 
de tanta criatura de Nuestro Señor, 
no han de contener tu encono infernal? 
¿Vienes del infierno? 
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno 
Luzbel o Belial? 
Y el gran lobo, humilde: ?¡Es duro el invierno, 
y es horrible el hambre! En el bosque helado 
no hallé qué comer; y busqué el ganado, 
y en veces comí ganado y pastor. 
¿La sangre? Yo vi más de un cazador 
sobre su caballo, llevando el azor 
al puño; o correr tras el jabalí, 
el oso o el ciervo; y a más de uno vi 
mancharse de sangre, herir, torturar, 
de las roncas trompas al sordo clamor, 
a los animales de Nuestro Señor. 
Y no era por hambre, que iban a cazar. 
Francisco responde: ?En el hombre existe 
mala levadura. 
Cuando nace viene con pecado. Es triste. 
Mas el alma simple de la bestia es pura. 
Tú vas a tener 
desde hoy qué comer. 
Dejarás en paz 
rebaños y gente en este país. 
¡Que Dios melifique tu ser montaraz! 
?Está bien, hermano Francisco de Asís. 
?Ante el Señor, que todo ata y desata, 
en fe de promesa tiéndeme la pata. 
El lobo tendió la pata al hermano 
de Asís, que a su vez le alargó la mano. 
Fueron a la aldea. La gente veía 
y lo que miraba casi no creía. 
Tras el religioso iba el lobo fiero, 
y, baja la testa, quieto le seguía 
como un can de casa, o como un cordero. 

Francisco llamó la gente a la plaza 
y allí predicó. 
Y dijo: ?He aquí una amable caza. 
El hermano lobo se viene conmigo; 
me juró no ser ya vuestro enemigo, 
y no repetir su ataque sangriento. 
Vosotros, en cambio, daréis su alimento 
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!, 
contestó la gente toda de la aldea. 
Y luego, en señal 
de contentamiento, 
movió testa y cola el buen animal, 
y entró con Francisco de Asís al convento. 



Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo 
en el santo asilo. 
Sus bastas orejas los salmos oían 
y los claros ojos se le humedecían. 
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos 
cuando a la cocina iba con los legos. 
Y cuando Francisco su oración hacía, 
el lobo las pobres sandalias lamía. 
Salía a la calle, 
iba por el monte, descendía al valle, 
entraba en las casas y le daban algo 
de comer. Mirábanle como a un manso galgo. 
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo 
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, 
desapareció, tornó a la montaña, 
y recomenzaron su aullido y su saña. 
Otra vez sintióse el temor, la alarma, 
entre los vecinos y entre los pastores; 
colmaba el espanto los alrededores, 
de nada servían el valor y el arma, 
pues la bestia fiera 
no dio treguas a su furor jamás, 
como si tuviera 
fuegos de Moloch y de Satanás. 

Cuando volvió al pueblo el divino santo, 
todos lo buscaron con quejas y llanto, 
y con mil querellas dieron testimonio 
de lo que sufrían y perdían tanto 
por aquel infame lobo del demonio. 

Francisco de Asís se puso severo. 
Se fue a la montaña 
a buscar al falso lobo carnicero. 
Y junto a su cueva halló a la alimaña. 
?En nombre del Padre del sacro universo, 
conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo perverso!, 
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal? 
Contesta. Te escucho. 
Como en sorda lucha, habló el animal, 
la boca espumosa y el ojo fatal: 
?Hermano Francisco, no te acerques mucho... 
Yo estaba tranquilo allá en el convento; 
al pueblo salía, 
y si algo me daban estaba contento 
y manso comía. 
Mas empecé a ver que en todas las casas 
estaban la Envidia, la Saña, la Ira, 
y en todos los rostros ardían las brasas 
de odio, de lujuria, de infamia y mentira. 
Hermanos a hermanos hacían la guerra, 
perdían los débiles, ganaban los malos, 
hembra y macho eran como perro y perra, 
y un buen día todos me dieron de palos. 
Me vieron humilde, lamía las manos 
y los pies. Seguía tus sagradas leyes, 
todas las criaturas eran mis hermanos: 
los hermanos hombres, los hermanos bueyes, 
hermanas estrellas y hermanos gusanos. 
Y así, me apalearon y me echaron fuera. 
Y su risa fue como un agua hirviente, 
y entre mis entrañas revivió la fiera, 
y me sentí lobo malo de repente; 
mas siempre mejor que esa mala gente. 
y recomencé a luchar aquí, 
a me defender y a me alimentar. 
Como el oso hace, como el jabalí, 
que para vivir tienen que matar. 
Déjame en el monte, déjame en el risco, 
déjame existir en mi libertad, 
vete a tu convento, hermano Francisco, 
sigue tu camino y tu santidad. 

El santo de Asís no le dijo nada. 
Le miró con una profunda mirada, 
y partió con lágrimas y con desconsuelos, 
y habló al Dios eterno con su corazón. 
El viento del bosque llevó su oración, 
que era: Padre nuestro, que estás en los cielos...



 

 

LA CASADA INFIEL

De Federico García Lorca

LA CASADA INFIEL

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.

Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron de pronto

como ramos de jacintos.

El almidón de su enagua

me sonaba en el oído,

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido,

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí

el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena

yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.

 

PENA Y ALEGRÌA DEL AMOR

de Rafael de León

Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.

Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.

Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.

Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.

¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!

Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.

Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.

Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!

Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.

¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!




 

LA ELEGÍA DE LA RAZA

De Miguel Angel León, Riobambeño

Era recio,

el más recio de todos los vaqueros.

Bajo este sauce como

bajo una jaula de jilgueros

habíamos plantado nuestra choza.

La vida me pasaba haciendo risas en su boca

como se pasa el río haciendo rosas en la campiña.

Yo le daba mis brazos para que con ellos se ciña

como se ceñía la beta cuando se iba a luchar con los toros

venía con la tarde y con los ruidos sonoros

de su brava espuela.

La choza bien abierta, abierta como un día

sonreirle parecía

con sus menudos dientes claros de candela.

Yo sola, yo sola y mi perro

cerca del fogón preparando la hogaza;

siempre me traía del cerro

plumas de cóndor y pieles de chacal

adornos propios para mi raza.

Era de verle vestido, su vestido de cabra

tenía espinas y rosas como tiene el rosal

y era un lazo de amor blandiendo su palabra.

Era recio, el más recio de todos los vaqueros,

era de verle domando los potros más fieros.

La ardilla de su cuerpo estaba fundida en las candentes

fraguas de los volcanes;

de tanto darse contra los torrentes

se había endurecido

su carne bruñida;

le habrían paso hasta los huracanes

y no le importaba dejar la vida

como una cinta de sangre

en la punta de una lanza.

Apto para la guerra;

apto para la labranza

hacía de un puñado de tierra

un océano de maíz;

agarrado a su chacra como una raíz,

afilaba el machete de la venganza

en la piedra negra de su orgullo;

su palabra de odio era como un capullo

escarlata en la boca.

Esbelta la figura, bronceada la piel;

así era él,

indio de la raza pura,

hijo legítimo del sol.

Un día, lo recuerdo, un día

el amo hizo chasquear la rienda en el granito

de sus espaldas. Se oyó un grito,

un grito de coraje, un grito fiero.

que parecía

vibrar entre sus dientes como una hoja de acero.

Ese grito, era el grito de aquel hombre mío,

que al sentir el rayo de la rienda en la cara

lanzóse contra el amo

con los ojos cerrados,

como se lanzan los toros

a embestir el páramo.

El amo volvióse del color que tienen

los pétalos de la retamas.

Dió un paso, un trágico paso,

trémulo hacia atrás y de repente

sacudiendo su melena de llamas

del cinturón de cuero

salta la fiera de una pistola!...

El balazo

al sembrarse en la cara del recio vaquero

hizo brotar una amapola

de sangre.

Era la última víctima de la guerra

de la conquista;

sus labios besaban la tierra

y eran como dos lucecillas

moribundas su vista;

sus ojos que tenía el color de las uvillas

se habían enardecido

y como los tigres moría

mordiendo un bramido...

Cómo me pasó toda la noche hasta la madrugada

con el oído

puesto en su pecho oyendo su vida...!

Depués... todo fue nada,

murió el más recio vaquero de las vaquerías;

el que tenía

las espaldas anchas como los troncos de pino.

Después... todo fue nada,

y el amo ese día como todos los días,

bebió leche fresca y un vaso de vino.

Después... todo fue nada.

Solo yo por las noches oigo el sonar de su bocina

y siento que por los caminos camina

arrastrando su poncho;

y tengo envidia del perro de ojos de fósforo

que debe verlo en el concho

porque aulla tan negro; porque aulla tan hondo.

Canta mirlo negro: di tu deprofundis torcaza.

Río que vienes gritando desde arriba

llora mi dolor y el dolor de la raza,

de esta raza vencida.

Qué juro que era fuerte

cómo fue el hombre mío;

que juro que era bello como los búcaros

de las aguacollas rojas.

Juro que era bravo; por eso lo domaron

como se doma a los chúcaros

con el látigo y la rodaja;

Juro que tenía

los músculos anchos

y duros como las chontas.

¡Juto que algún día!

del bronce de su carne

como de un pedrisco, tiene que brotar la luz

Pero indio, pobre raza,

hasta de Jesús

no le enseñaron más que la cruz

y la corona de espinas,

nunca le dijeron que era hermano

del hombre que habla castellano

y a golpe como en las minas

extranjeron de su cuerpo el oro;

por eso no tiene más amigos

que el asno, el perro y el toro,

el que barbecha las tierras

y hace brotar los trigos.

Canta mirlo negro. Di tu profundis torzaza.

Río que vienes gritando desde arriba,

llora mi dolor y el dolor de mi raza.

 

 

Solea del amor indiferente

Ni rencores ni perdón.
¡No me grites. No me llores!
¡lo nuestro ya se acabó!.

¿Rencores? ¿Por qué rencores?
¡No le da a mi señorío
guardarle rencor a un río
que fue regando mis flores!
Tú me diste los mejores
cristales de tu corriente,
y no sería decente
maldecirte por despecho
si sé que tienes derecho
a dar o a negar la fuente.

¡Debo estarte agradecido
por tu generosidad!
Tú me diste por bondad
lo que yo hice por cumplido:
Me brindaste tu latido,
tu boca nunca besada,
tu carne nunca estrenada,
tus ojos siempre esperando
con dos ojeras temblando
debajo de la mirada;
me diste el primer te quiero,
que es el que más atosiga,
y llenita de fatiga
me diste el beso primero.

Y hasta que llegó a tu alero
aquel maldito ladrón,
yo sé que tu corazón
fue mío por vez primera,
y sólo mía la seda
debajo de tu balcón.
Por eso, yo bien nacido,
no te odio ni te aborrezco,
¡al contrario!, te agradezco
todo cuanto me has querido.

No me importa si te has ido
con tu barca hacia otro mar,
que yo no te puedo odiar
por esta mala partida;
porque odiar es en la vida
un cierto modo de amar.

No vengas ahora a mi lado
para pedirme perdón,
el perdón es la razón
de volver a lo pasado,
¡y lo pasado acabado!
¿Qué pasó? ... ¿Por qué pasó?
¡Déjame que viva yo
sin perdón y sin rencores!
Porque por más que me llores ...
¡lo nuestro ya se acabó! 

Autor: Manuel Benítez Carrasco

 

 

Romance del Acabose

De José Antonio Ochaíta

 

Aquello puede acabarse

del modo que te convenga.

 

Yo te prometo colgarme

en el pescuezo una piedra

y echarme de noche al río

sin que tú misma lo sepas.

 

Yo estoy dispuesto a cargar

con la pólvora más negra

un cachorrillo de hierro

y que las sienes me muerda.

 

Esto puede acabar

del modo que te convenga,

esta tarde o esta noche

o después cuando amanezca.

 

Sólo con que tú me lo digas:

“Se acabó la historia aquella.”

pero lo que no podrás

es que acabemos a medias.

 

Que en amistad trastoquemos

lo que fue pasión deshecha;

que tú vayas por la calle

y yo por la calle venga,

y nos digamos ¡”Adiós”!

como amigos que se encuentran.

 

Que tu digas: “Aquel tiempo!”

que yo diga:¡”Aquella fecha!”

y que los besos sorbidos

boca a boca, vena a vena,

no se nos pongan de pie

como claras bayonetas

y nos claven por cobardes

sobre la cruz de las piedras.

 

Amantes fuimos los dos

que amarse no da vergüenza;

comimos del mismo pan;

pisamos la misma hierba,

y las paredes calladas

huelen al que oler sepa,

a vida que hicimos juntos

llevando la misma senda.

 

Amantes fuimos los dos:

el fuego tú; yo la yesca;

tu, la soga; yo el caldero;

tú, el aire, yo la veleta.

Años enteros unidos

en una misma cadena

de sobresaltos y besos,

de conciencia y de inconciencia,

de quietud y de inquietud.

¡Ay, Dios que si lo barruntan!

¡Ay, Dios que si lo comentan!

¡Ay, que si me ven contigo!

¡Ay, que si contigo me ven!

 

Besos entre sobresaltos;

entre amarguras promesas.

Saber engañar a todos

y tener la verdad nuestra;

de estar por dentro casados

en una alianza secreta.

 

Casado estuve contigo;

arras fueron las estrellas,

y en el libro de la vida

quedó por siempre una fecha;

que era junio y era un día

que olía a cosas eternas.

Amantes fuimos los dos,

que amarse no da vergüenza.

Amantes fuimos de llanto,

amantes de complacencia,

amantes porque te di

todo lo que tu me dieras.

La vida tuya fue mía:

la mía, tú te la llevas.

 

Hasta ayer. Ayer me dices

claramente, por las buenas,

que nos conviene acabar

con aquella historia. ¡Aquella!

Eso no nace de nuevo

no la improvisas a ciegas;

eso, razón razonada,

“agua que viene de alberca

no se detiene ante nada”.

¿Qué vamos a acabar? Bueno;

como mejor te convenga.

Y estoy dispuesto a colgarme

en el pescuezo una piedra

y echarme de noche al río

sin que tu misma lo sepas.

¿Tú que harás? ¿Entrarte a monja?

¿Beber solimán a ciegas?

¿Ponerte un ascua en las sienes

para que derritan su cera?

Sólo así podrá acabar

pasión que fue tan entera.

¿pues otra cosa creías?

¿Pues otra cosa alimentas?

¿Qué amor se puede cambiar

en amistad sin ojeras?

¿Qué amantes y amigos son

como dos varas gemelas,

y que se corta la una

cuando la otra se seca?

 

¿Qué quien te tuvo en sus brazos

y saboreo tu lengua,

y hundió contigo la almohada

junto a tu misma cabeza

puede ser el amigo ese

que, cuando se le tropieza,

se le dice: “Adiós, amigo!”,

y se sigue la vereda?

 

Pero ¿quién te ha trastornado

quién te ha dado esa ceguera?

El amor cuando es amor,

sólo tiene dos certezas:

el odio, verdad de sangre;

la muerte, certeza negra.

¿Qué vamos a acabar? Bueno;

como mejor te convenga.

Pero ¿amigos? ¡Nunca! ¡Nunca!

Te estoy deseando muerta,

me estoy deseando muerto,

pero sin amor a medias.

 

Si tú quieres, llámame;

yo te llamaré si esperas.

¡Hazme el nudo corredizo;

eche yo el nudo a tu cuerpo,

y acabemos esta vida

que por tanto amor te pesa!

 

 

 

TUS CINCO TORITOS NEGROS
De Manuel Benitez Carrasco

Contra mis cinco sentidos
tus cinco toritos negros.
Torito negro tus ojos
torito negro tu pelo
torito negro tu boca
torito negro tu beso.
Y el más negro de los cinco,
tu cuerpo, torito negro.

Barreras puse a mis ojos,
tus ojos me las rompieron.
Barreras puse a mis manos,
les hizo sombra tu pelo.
Barreras puse a mi boca,
tu boca les prendió fuego.
Puse mi beso en barreras,
tu beso las hizo leño.
Y puse duras barreras
de zarzamora al recuerdo
y saltó sobre las zarzas
tu cuerpo, torito negro.

Deja, que no quiero verte.
Déjame que no te quiero.

Y luego monté mis ojos
sobre un caballo de miedo.
Tus ojos me perseguían
Como dos toritos negros.
Y luego metí mis manos
bajo un embozo de fuego;
tu pelo se me enredaba
como un torito negro.
Y luego junté mi boca
contra la cal de mi encierro.

Tu boca estaba acechando
igual que un torito negro.
Y luego mordí mi almohada
ara contener mi beso,
tu beso me corneaba
igual que un torito negro.
Y luego arañé mi carne
de tentación y deseo
para que no me gritara
que yo te estaba queriendo.
Y tu cuerpo encandilado
mimbre, luna, bronce y fuego
se me plantó ante los ojos
igual que un torito negro.

Deja, que no quiero verte.
Déjame, que no te quiero

El aire del cuarto estaba
temblando con tu recuerdo.
Cien caballos por mis venas
a galope por mi cuerpo
y yo jinete sin rienda
luchando por contenerlos.
Cien herreros en mi boca
trabajando con mis besos,
y yo queriendo ser fragua
para poder deshacerlos.
Cien voces en mi garganta
gritándome que te quiero,
y yo, mentira infinita,
gritando que no te quiero.

Salí por aire al balcón...
me tropecé con el cielo.
Aquel cielo quieto y hondo,
verde, blanco, azul y negro,
igual que el de aquella noche
de nuestro primer encuentro
en que me hirieron, al paso,
tus cinco toritos negros.

Y me acordé de aquel aire
que jugaba con tu pelo
como un niño a quien le gustan
los caracolillos negros.

Y me acordé de aquel rayo
de luna, fino y torero,
que puso dos banderillas
de luz en tus ojos negros.
Y de aquel dolor de labios
que nos quedó de aquel beso,
y de aquel dolor de brazos
y de aquel dolor de huesos
y de aquella caracola
de amor, que quedó por dentro
como un mar de amor dormido:
... que te quiero... que te quiero...

Y se me escapó la voz;
grité: te quiero, te quiero.

Y ya no junté mi boca
contra la cal de mi encierro
y ya no mordí mi almohada
para contener mi beso,
y ya no metí mis manos
bajo un embozo de fuego.
Junté mi beso a tu boca,
junté mi boca a tu beso,
y otra vez aquel dolor
y aquel temblor de recuerdos
pensando en aquella noche
de nuestro primer encuentro.

Te quise siempre, te quise,
te quiero siempre, te quiero.
Aunque no puedo quererte,
Te quiero.
Aunque no debo quererte,
Te quiero.
Aunque en cunas de tu casa
Se está meciendo un almendro,
Te quiero.
Aunque tú tienes dos lirios
Que se te cuelgan del cuello,
Te quiero, te quiero.
Y aunque ponga más barreras
de zarzamora al reduerdo
para que nunca las salten
tus cinco toritos negros,
torito negro tus ojos,
torito negro tu pelo,
torito negro tu boca,
torito negro tu beso,
y el más negro de los cinco,
tu cuerpo, torito negro,
te quise siempre, te quise,
te quiero siempre, te quiero.

 

LA LEYENDA DEL HORCÓN


Llovía torrencialmente
 
y en la estancia del horcón
 
como adornando el fogón
 
estaba toda la gente
 
-Dijo un viejo de repente:
__Les voy a contar un cuento,
 
aura que el agua y el viento,
train a la memoria mía
 
cosas que nadie sabía
 
y que yo diré al momento
 
Tal vez tenga que luchar
 
con más de un inconveniente
 
pa que resista la mente
 
el cuento sin lagrimear,
pero Dios que supo dar
 
paciencia a mi corazón
 
tal vez venga ésta ocasión
 
a alumbrar con su reflejo
 
el alma de un gaucho viejo
que ya lo espera el cajón
 
hay cosas que yo no puedo
 
detallar como es debido,
 
unas, por que se han perdido
y otras por que tengo miedo,
 
pero ya que en el enriedo
 
los metido, pido atención,
 
que, si la imaginación
 
me ayuda en este momento
 
conocerán por mi cuento
Alcáncenme un amargo
 
P'a que suavice mi pecho,
 
que voy dentrar derecho
 
al asunto por que es largo;
 
Haré juerza sin embargo
 
P'a llegar hasta el final
Y si atiende cada cual
 
Con espíritu sereno
 
Verán como un hombre güeno
 
llegó a hacerse criminal
 
Setenta años, quien diría
 
que vivo aquí en estos pagos
 
sin conocer mas halagos
 
que la gran tristeza mía
 
setenta años no es un día,
 
pueden tenerlo por cierto,
 
pues si mis dichas han muerto
 
aura tengo la virtud
 
de ser p'a esta juventud
 
lo mesmo que un libro abierto.
 
Iban a golpiar las manos
 
por lo que el viejo decía
pero una lágrima fría
 
los detuvo a los paisanos.
 
No se asusten si mi cuento
 
les recuerdo en este día
 
algo que ya no podía
 
ocultar mis sentimientos
 
vuelquen todos un momento
 
la memoria en el pasao
 
que allí verán retratao
con tuitos sus pormenores
 
una tragedia de amores
 
que el silencio ha sepultao.
 
Hay sentimientos humanos
 
- dijo el viejo conmovido -
 
que los años con sus ruidos
 
no borran de mi memoria
 
y este cuento es una historia
 
que p'a mí no tiene olvido.
 
Allí en mis años de mozo,
 
y perdonen la distancia,
 
sucedió que en esta estancia
 
hubo un crimen misterioso.
 
En un alazán precioso
 
llegó aquí un desconocido
 
mozo lindo muy cumplido
 
que al hablar con el patrón
 
quedó la estancia de pión
 
siendo después muy querido.
 
Al poco tiempo nomás,
 
el amor lo picoteó
 
y el mocito se casó
 
con la hija del capataz;
 
todo marchaba al compáz
 
de la dicha y el amor
 
y p'a grandeza mayor
 
Dios les mandó un crío,
 
un blanco y hermoso niño
 
más bonito que una flor.
 
Iban pasando los años
 
muy felices en su choza
 
ella alegre y güena moza
 
el juerte y sin desengaños.
 
Pero misterios extraños,
 
llegaron . . . y la traición
 
deshizo el mocetón
 
sus mas queridos anhelos
y el fantasma de los celos
 
se clavó en su corazón.
 
Aguantó el hombre callao
 
hasta dar con la evidencia
 
y un día fingió una ausencia
 
que jamás había pensao.
 
Dijo que tenía un ganao
 
que llevar p'a la tablada,
 
que era una güena volada
 
pa ganarse algunos pesos
 
y así, entre risas y besos
 
se despidió de su amada.
 
A la una de la mañana
 
del otro día justamente
 
llegó el hombre de repente
 
convertido en fiera humana;
 
de un golpe hechó la ventana
 
contra el suelo en mil pedazos
 
y avanzando a grandes pasos,
ciego de rabia y dolor,
 
vido que su único amor
 
descansaba en otros brazos.
Como un sordo movimiento
 
enseguida se sintió,
 
después un cuerpo cayó
 
y otro cuerpo en el momento,
 
ni un quejido, ni un lamento,
 
salió de la habitación
 
y p'a concluir su misión
 
cuando los vido dijuntos
 
los enterró a los dos juntos
 
donde hoy está el horcón.
 
En la estancia se sabía
 
que la ingrata lo engañaba
 
pero a él naide le contaba
 
la desgracia que vivía,
 
por eso la polecía
 
no hizo caso mayormente,
 
pues dijeron la inocente
se jué con su gavilán . . .
 
y en cambio los dos están
 
descansando eternamente
 
¡A jijuna! gritó un paisano-
 
si es así lo que habla el viejo,
 
¡Ese era un macho canejo!
 
¡yo le besaré la mano . . . !

YO SOY -Le gritó el anciano- 
¡venga mi hijo. . . béseme!
 
Yo jui mijo el que mató
 
a tu madre desgraciada
 
por que en la cama abrazada
 
con otro, yo la encontré.
 
Hizo bien taita querido,
 
-gritó el hijo sin encono-
 
venga viejo lo perdono,
 
por lo tanto que ha sufrido;
 
pero aura taita le pido
que no la maldiga mas
 
que si jué mala y audaz
 
por mí, perdónela, padre,
 
que una madre, siempre es madre,
 
¡déjela que duerma en paz. . .!
 
Los dos hombres se abrazaron
 
como nunca lo habían hecho
 
juntando pecho con pecho
 
como dos niños lloraron,
 
padre e hijo se besaron
 
pero con tal sentimiento,
 
que el humano pensamiento
 
no puede pintar ahora
 
la escena conmovedora
 
de aquel trágico momento.
 
Los ojos de aquella gente
 
con el llanto se inundaron
 
y todos mudos quedaron
 
bajo un silencio impotente,
 
-volvió; a decir nuevamente-
 
Allí están en el Horcón
 
y poniendo el corazón
 
el anciano en lo que dijo,
 
le pidió perdón al hijo
 
y el hijo le dio perdón.

Por...Juan Pablo López.

 

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

Poemas de Miguel Ramos Carrión

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.

Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...


 

UN PAR DE BOTAS:

De Carlos Portela

Sentado en su despacho, el comisario estaba ojeando expedientes
cuando el cabo se presentó trayendo al detenido
un mozo de treinta años a lo sumo, vestía bombacha gris, corralera
que a juzgar por lo vieja estaba dando muestra de la miseria de su dueño.

Sin levantar la vista de los papeles, prestó oído a la palabra del cabo,
me lo entregó el sargento, a según dice, este paisano vago
le robó unas botas al bolichero Vivas, comisario.

Unas botas ajá!, ladrón barato ¿cómo te llamás?
Orencio Nievas señor…
¿trabajás? no señor, no hallo trabajo, estuve, estuve trabajando en la chacra
de don Barcala, pero en cuanto terminó la juntada del maíz,
me echaron y ahora hago algunas changas y ansina vivo señor,
¿y a qué le llamas changas?, andás robando?

El paisano bajó la vista al suelo. A dónde tenés la botas? en el rancho señor.
Cabo mande a buscarlas y páselo pa adentro a este ratero,
que ya vamos a ver lo que le damos.

Salió el milico tras la orden , y el comisario se quedó pensando
un par de botas, ni pa robar sirven estos paisanos vagos.

No habían pasao dos horas que un milico se cuadró en la puerta del despacho.
permiso mi comisario, fui hasta la casa del detenido Nievas
a traer las botas que le robó a don Vivas.
me las entregó, me las entregó su mujer, las tenía puestas un hijo de ellos, un chico de unos siete años señor,
con que esas son las botas?, son muy chicas pa ensuciarse las manos y
que decía la mujer?, y nada comisario, lloraba como una magdalena
y cuando me iba, me dio esa carta pa que se la entregue a usted
en las propias manos.

Haber déme nada más natural, mujeres que piden los maridos, mujeres que piden los maridos , lo malo
que siempre los hallan angelitos, aunque le hagan sombra al mismo diablo.

Pero esa carta era distinta a todas, escrita en un papel de traza, mugriento y arrugado
las palabras eran una hilera torpe de garabatos que había estampado
la gracia y la inocencia de aquella criatura de siete años, ajena por completo
a la desgracia que la miseria tendió sobre su rancho.

El señor comisario se fruncía al tiempo que la iba descifrando,
y al acabar de leer…
Agente…, vaya hasta la casa del detenido Nievas y devuélvale a la mujer esas botas, dígale dígale…
que fue un error.. que nos disculpe, después me le pregunta al bolichero
de parte del comisario cuánto valen las botas, se las paga y que se olvide el caso
espere, espere no se vaya a Orencio Nievas ya mismo me lo sueltan
y que no deje de llegarse hasta aquí mañana mismo
puede ser, puede ser que le haya hallado algún trabajo,
se retiró el milico tras la orden, y Don Segundo se acomodó en la silla para repasar
esa sucia hoja de papel que aún temblaba como un pajarito herido entre sus manos.

Señores reyes magos, yo les pido que este año no se olviden de traerme las boticas
yo soy bueno, ya según dicen los otros chicos, ya según dicen los otros chicos, si uno se porta bien todito el año, ustedes no se olvidan de regalo.

Al dejar de leer… el comisario sintió como una braza dentro del pecho,
y hechó pa fuera toda la rabia murmurando, mientras que la miseria, mientras que la miseria haga ladrones de esta laya…yo nunca serviré pa comisario

 

 

13 Agosto 2008

Testamento Gaucho: El Indio Duarte

Autor: Claudio Martínez Paiva

 

Bueno m’hijo, según la ley ya semos casi, casi iguales..,

Ya le ha entrega’o el juez el documento que lo acredita como hombre,

De hoy en más lo que haga, lo que piense y lo que sienta

Tendrá que sostentarlo con su nombre, su brazo, su plata y su conciencia

To’ita esa es la fortuna con que a las luchas de la vida d’entra

y usted sabe bien, el empeño que hemos puesto

pa’ que al llegar a mozo las tuviera

mientras nos vamos acercando a casa

a’onde estará su mama como clueca

locas de ganas de abrazar al hombre

con que el cielo al final la recompensa

le vio’a decí m’hijo, las últimas palabras

que le guardó pa’ esta hora mi experiencia

si le estorban las oye y la olvida,

en cambio m’hijo si le sirven

las oye y las recuerda pa’ que en esta forma

le ayuden a encontrar el rumbo en este viaje largo,

bien largo que le espera.

Ser hombre no es creerse más varón que cualesquiera

Ni de andar de reja en reja

en uno dejando fama de borracho

y en otras de manchar honras ajenas.

Las de las cantinas son pa’ por si acaso

Las que hay en la ventana pa’ querencias

Son las que pone dios pa’que resguarden

su propio nombre en la custodia d’ellas.

Ser guapo no es andar golpeando gente

Ni tampoco deshaciendo fiestas

Guapo m’hijo es el domador que ve la muerte sobre el animal que m’uenta

Más valiente es toavía quien junto al arao’ abre una melga.

O se quema en los fríos del invierno, o se abraza en el sol de media siesta.

Cuando le toque ofertar algún servicio que llegue su mano

Antes que su oferta

La palabra y la firma no se niegan

Así le toque soportar la vida en lo más desgracia’o de la pobreza

Ser honra’o m’hijo es el mérito más grande

Como no serlo la mayor vergüenza

Cuando le toque votar atienda bien

Cuando le toque votar tenga presente

que en ese papelito que usted deja

deja lo más sagra’o que tiene un hombre

por que hay deja usted, honor, su libertad y su conciencia.

Y no valla pensa’ que yo lo he cria’o a uste’ pa flojos

no m’hijo, y escuche bien, escuche bien

esta sentencia que fue la condición de sus abuelos

aquel, aquel que no sabe ofender

no almite ni acepta ofensa

nadie muere un día antes según la ley de dios

ni tampoco hay sangre de gallinas en vuestras venas.

pa’ defender la vida es el cuchillo

pa’ castigar agravios la sotera

y si un día un extraño de su tierra

le perdiese el respeto a su bandera

hay sí, d’encha lo varón nunca más homre

nunca más firme el brazo y la conciencia

Americano, Americano, Americano por raza y por orgullo

Americano, a las malas o a las buenas caiga el que caiga

así llamen a su padre pa levantar el mismo su osamenta

¡que el que mata!, ¡el que mata! O perece por su patria

a cumplido las leyes de su tierra!.

 

 

CARTA A USTED

autógrafo

José Ángel Buesa

 

Señora; según dicen, ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante...
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus gozos y su lecho;
pero el amor, señora, cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón, si es que la hiere mi reproche, perdón,
aunque sé que la herida no es en el corazón...
Y, para perdonarme, piense si hay más despecho
en lo que yo le digo que en lo que usted ha hecho;

pues sepa que una dama con la espalda desnuda,
sin luto, en una fiesta, puede ser una viuda,
pero no, como tantas, de un difunto señor,
sino, para ella sola; viuda de un gran amor.

Y nuestro amor, recuerdo, fue un amor diferente,
(al menos al principio, ya no, naturalmente).

Usted era el crepúsculo a la orilla del mar,
que, según quien la mire, será hermoso o vulgar.
Usted era la flor que, según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso ¿cierta noche de amor y de locura,
yo vivía un ensueño... y usted una aventura?
Si, usted juró, cien veces, ser para siempre mía:
yo besaba sus labios, pero no lo creía...

Usted sabe, y perdóneme, que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted, señora, ya aprendió a ser infiel,
a mí, así de repente... me da pena por él.

Sí, es cierto. Alguna noche su puerta estuvo abierta,
y yo, en otra ventana me olvidé de su puerta;
o una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida;

y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo, señora, yo, con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo, si le digo estas cosas,
pero ni los rosales dan solamente rosas;
y no digo esto por usted, ni por mí,
sino por los amores que terminan así.

Pero vea, señora, que diferencia había
entre usted que lloraba y yo; que sonreía,
pues nuestro amor concluye con finales diversos:
Usted besando a otro; yo, escribiendo estos versos...

 

POEMA DEL RENUNCIAMIENTO

de José Ángel Buesa

Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar,
fingiré una sonrisa como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.

Soñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios desesperadamente,
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.

Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.

Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.

Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
—el tormento infinito que te debo ocultar—,
te diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento».
Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!




 

LOS IRRESPONSABLES

De  Joaquin Dicenta


DE UN HOGAR RICO Y DICHOSO
DISFRUTABAN POR IGUAL.
UN MARIDO CARIÑOSO,
UN AMANTE VENTUROSO
Y UNA MUJER DESLEAL.

ELLA DE INSTINTO LIVIANO,
ÉL MODELO DE CANDOR,
EL AMANTE ERA UN VILLANO
DE ESOS QUE NOS DAN LA MANO
Y NOS QUITAN EL HONOR.

LO QUIZO ASÍ LA IMPIEDAD
O EL CAPRICHO DE LA SUERTE,
FORMANDO ESA TRINIDAD,
QUE CONSTRUYE LA MALDAD
Y QUE DESATA LA MUERTE.

PARA EL MARIDO ENGAÑADO
VIVIÓ EL CRIMEN RODEADO
DEL MISTERIO MÁS PROFUNDO
¡NO DUDABA! ¡EL HOMBRE HONRADO
PIENSA QUE LO ES TODO EL MUNDO!

CÓMO LO SUPE? VALOR NO TIENE
UN RASTRO, UN INDICIO …
NUBE QUE EL RAYO CONTIENE, 
PASA Y CUMPLE CON SU OFICIO
SIN DECIR DE DONDE VIENE.

VENCÍ MI ANGUSTIA MORTAL
CON ESFUERZO SOBREHUMANO
Y FUÍ AL ENCUENTRO DEL MAL,
ACARICIANDO UN PUÑAL,
ENTRE MI CONVULSA MANO.

NO QUERÍA QUE EL FRAGOR
DE UN TIRO ME DESHONOR
CANTARA Y ME DESCUBRIERA;
EL HIERRO ES ARMA SEGURA
Y CALLA Y MATA MEJOR.

HASTA LA CASA LLEGUÉ
Y NADIE ME VEÍA , ENTRÉ
LA PUERTA EN SILENCIO ABRÍ
Y EN EL CUARTO PENETRÉ
TEMBLANDO Y FUERA DE MÍ.

MARCHABA CON PRECAUCIÓN
CON MIEDO, CON TURBACIÓN,
ACOBARDADO Y SOMBRÍO;
IBA A RECOBRAR LO MÍO
Y PARECÍA UN LADRÓN.

CON PLANTA TORPE HE INCIERTA
CRUCÉ LA ESTANCIA DESIERTA.
SUENA UN BESO MÁS ADENTRO
AVANZO, EMPUJO LA PUERTA
Y MI DESHONOR ENCUENTRO.

POCA LUZ LA QUE BASTABA
PARA LA DESHONRA MÍA;

TROQUÉ EN IRA MI AMARGURA,
Y ELLA, SU RISA EN ESPANTO
ES MUY POCO LO QUE DURA
DE LOS TRISTES LA AVENTURA
Y EN LOS FELICES EL LLANTO.

LA MUJER LANZÓ UN GEMIDO,
EL HOMBRE IRRITADO Y FIERO
SE VINO A MÍ DECIDIDO
A SALVARLA; AQUÉL BANDIDO
ERA TODO UN CABALLERO.

LUCHAMOS A NO DUDAR, 
COMO LO PUEDEN HACER,
AQUÉL QUE QUIERE SALVAR
LA VIDA DE UNA MUJER
Y EL QUE LA QUIERE MATAR.

¡DEL MISERABLE! DURÓ 
POCO SU INSENSATO ANHELO,
MI ARMA EN SU PECHO SE HUNDIÓ
Y SU CADÁVER RODÓ
POR EL ALFONBRADO SUELO.

SOBRE EL CADÁVER SALTÉ 
Y CIEGO DE RABIA FUI
AL SITIO DONDE LA VÍ
OCULTARSE, Y NO LA HALLÉ…
¡ LA INFAME NO ESTABA ALLÍ!

¡NO ESTABA! ¡NO! HABÍA HUÍDO
APROVECHANDO EL INSTANTE.
ES TAN VIL, QUE NO HA SABIDO
NI RESPETAR AL MARIDO
NI MORIR POR EL AMANTE.


HUYÓ , Y AL MIRAR QUE HUÍA
VÍ QUE EN EL FANGO SE HUNDÍA
LA DIGNIDAD DE MI NOMBRE.
SIN ELLA ¿ DE QUE SERVÍA
EL CADÁVER DE AQUÉL HOMBRE?

DE NADA, PORQUE AL MATAR
YO PRETENDÍA LIBRAR
MI HONOR DE SU INFAME HUELLA
Y MI HONOR SE FUE CON ELLA…
Y NO LO PUDE SALVAR.



El Beso: El Indio Duarte

Que es el beso, pregunta el mundo??
Que es el beso, preguntan todos ??
y yo respondo:

El beso es para mi comunion de labios
que olvidanto los agravios, la maldad y la traicion,
arrancan del corazon, con fuerza avasalladora
todo el amor que atesoran, pues si el amor es siego,
de su marca de fuego en la mujer que se adora.

Besa el bueno, besa el malo, besa el rico, besa el pobre,
besa el niño, y hasta el viejo besa
y hay quien besa por sorpresa para vertir su veneno.

Besa de coraje lleno la cruz de su fajon,
el molevo compadron, que vive entre celo y duda,
lo mismo que beso Judas incubando una traicion.

Besa la mujer perdida, al hombre que la ha salvao,
tambien besa el sentenciado la cruz al perder la vida,
y si una dama al pasar, a un bendigo arroja una moneda
sin el beso no se queda la moneda que arrojo.

Se da un beso a la bandera que a la patria simboliza
y ese beso sintetiza la mas ardiente quimera.

Yo juzgo el beso a mi manera,
y que a nadie mal le cuadre,
que para mi, no hay un beso,
no hay un beso que mas el alma taladre,
ni que cause mas ardor, que el que se da con un dolor
al cadaver de una madre.....

 

 

Para Mi todas son madres: El Indio Duarte

Qué me importa a mí del mundo,

Y qué me importa a mí de la sociedad,

La sociedad y el mundo,

Me exigen que yo eche a rodar a mi hija

Y por qué voy a echarla.

Echarla a mija

Porque me ha traído un nieto de regalo

Sin que nadie supiera.

Vaya un pecado, vaya un pecado más grande.

Acaso, no han comenzao sus amores

Cuando empezó a puntear la primavera;

Que fue pal tiempo aquél, quel potro,

Rompió el cabestro pá seguir la yegua;

El toro saltó los alambraos

Y al trotecito se nos fue la perra.

Echarla a mija; echarla a mija me pide el mundo,

Porque no supo venderse a cambio de una libreta,

Si hasta el reptil ponzoñoso,

Procrea con libertad en sus abrigadas cuevas.

Si el río serpentea libremente,

Por ser hijo natural, del corazón de la sierra.

Solamente la mujer,

Solamente la mujer tiene sociedad que la desprecia,

Pero esa sociedad admite, permite y fomenta

El cabaret, el mercado de las hembras;

Allí nadie pregunta si una mujer es mala o es buena,

Allí un pedazo de seda

Tapa las marcas que han dejado las poleas,

Cuando esa mujer soñó ser

Una madre, honrada, trabajadora y buena.

Echarla a mija,

Echarla a mija me pide el mundo,

Porque me ha traído un nieto de regalo,

Sin que nadie supiera;

Vaya un pecao,

Vaya un pecao más grande,

A criar su hijo,

A criarlo como Dios manda,

En vez de mal parirlo sin que la vean.

Bendita sea la mujer,

Benditas sean todas las madres

Que contra el mundo y la sociedad que las desprecia,

Levantan bien alto

El bello fruto de sus entrañas maternas!

Madre, madre mía del alma, que estás en los cielos,

Si vos madres

Tuviste la desgracia de ser igual que ellas,

Mil veces madre!

Mil veces bendita seas!


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